14 diciembre, 2006

No tenía sueño ni ganas de tentarlo

Sin darme cuenta pasan las horas y me encuentro leyendo:

Un hombre joven, tocado ya de algunas canas,
camina por las calles de una Barcelona atrapa-
da bajo cielos de ceniza y un sol de vapor que
se derrama sobre la Rambla de Santa Mónica
como una guirnalda de cobre líquido.
Lleva de la mano a un muchacho de unos
diez años, la mirada embriagada de misterio
ante la promesa que su padre le ha hecho al
alba, la promesa del Cementerio de los Libros
Olvidados.
-Julián, lo que vas a ver hoy no se lo pue-
des contar a nadie. A nadie.
-¿Ni siquiera a mamá? -inquiere el mu-
chacho a media voz.
Su padre suspira, amparado en esa sonrisa
triste que le persigue por la vida.
-Claro que sí-responde-. Con ella no te-
nemos secretos. A ella puedes contárselo todo.
Al poco, figuras de vapor, padre e hijo se
confunden entre el gentío de las Ramblas, sus
pasos para siempre perdidos en la sombra del
viento
.

No hay comentarios: